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26 enero 2015 à 05:05
Télérama Crítica de "Chicos del este" por Télérama
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Crítica del día :
Chicos del este
Drama dirigido en 2013 por Robin Campillo
Con Olivier Rabourdin, Kirill Emelyanov, Danil Vorobyev..
Fecha de estreno en Francia : 02 avril 2014
Calificación: 5/5
SINOPSIS
En la estación del Norte de París, Daniel, un discreto cincuentón, descubre a Marek, un chico del Este que pululea por allí con su pandilla, prostituyéndose probablemente. Un día, Daniel se decide a ir a hablarle. Se dan cita al día siguiente en casa de Daniel. Al abrirle la puerta no sospechaba en absoluto la trampa que le había tendido: él y toda la banda de jóvenes que le acompañaban le desvalijan el piso de arriba abajo agrediéndole que pueda defenderse. Pese a todo, algunos días más tarde, Marek vuelve a casa de Daniel. Empiezan por una relación remunerada pero no tardan en intimar y en pensar en iniciar una nueva vida…
CRÍTICA
Un ligue, la estación del Norte: Daniel, un hombre ya entrado en años, queda de pronto prendado por el rostro de un adolescente, le cita al día siguiente en su casa… Así da comienzo esta película tan original como ambiciosa, en permanente cuerda floja entre lo inesperado y la ambigüedad. No hay nada previsible, todo se esfuma sin cesar. Todo es continua metamorfosis. Empezando por la sexualidad, desencarnada casi, entre los dos hombres, que poco a poco se torna afecto, cariño, educación sentimental. Y ese amor inesperado e incongruente es el que llevará a Daniel a superar su mediocridad. A transfigurarse, me atrevería a decir, arriesgando su vida por salvar a ese amante, ahora ya mucho más que un mero objeto de deseo.
Dos momentos soberbios en que el tiempo parece dilatarse hasta el infinito sustentan la película como dos pilares. En el primero, Daniel espera la llegada del que ligó la víspera mientras que el que llama a la puerta es un chico mucho más joven. Otros tres adolescentes penetran a continuación. Y otros más, entre ellos, el « boss », algo mayor, un bajito astuto, melifluo e inquietante, sin duda el jefe de la banda de los eastern boys venidos de Rusia y Ucrania. Se pasean por el piso, buscan objetos de valor, vacían la nevera, se llevan el ordenador. Ponen música, bailan, se sirven una copa y le ofrecen una al dueño de la casa ; son como mendigos buñuelescos apoderándose de un mundo que les da la espalda. E inesperadamente, Daniel se suma a la grotesca juerga. Hace suya esa fiesta en la que se le ha visto atrapado: se agita, mueve las caderas, toma copas. A su derredor, como en un sueño, desfilan objetos familiares, televisor, cuadros, lámpara y hasta el gran espejo del salón; la banda se lo lleva todo. En lo más álgido de la estridencia y el trance, cruza la mirada del joven que le traicionó. Pero lo que oye es la voz del jefe diciéndole: “tu eres el que nos has venido a buscar a la estación. Tu eres el que nos has dicho que vengamos”.
Otro gran momento, igualmente largo, igualmente intenso, pone en escena la inversión de la relación de fuerza: sintiéndose humillado en su propia casa, Daniel se introduce en ese extraño hotel donde la banda tiene encerrado a su amante. La película se rueda entonces como una policíaca : rápidos travellings por los pasillos y sensación de peligro inminente, como una bomba de relojería. Daniel, el bien llamado, parece como si se luchara con modernos leones. Y, como en los cuentos de antaño, va afrontando, una por una, las pruebas que le acercan a su amada librándose del maleficio y volviendo al fin a la luz.
Son éstos dos (largos) episodios magníficos pero la cinta de Robin Campillo (le debemos Les Revenants, en que se basó la serie TV tan aplaudida) mantiene constantemente vivo el interés y el pálpito. Porque el director odia tanto la ñoñería como la bondad. Ninguno de sus personajes nos inspira cercanía. Daniel (espléndidamente interpretado por Olivier Rabourdin), por mucho que avance hacia la verdad, resulta un ser complejo y enigmático hasta el final : ¿es bueno o malo ? se pregunta uno todo el tiempo… El joven Ucraniano (Kirill Emelyanov impecable) es víctima, cierto, pero a la vez calculador que usasu única arma, su cuerpo - para sobrevivir: la relación de fuerza entre los dos hombres cambia pero no cesa. El más fascinante de todos es el boss (Danil Vorobyev soberbio). Rodeado por su pequeña corte de los milagros y en especial por ese jovencito que se pega a él como un monito - parece un héroe de la picaresca, un dios venenoso, invencible en apariencia pero frágil en el fondo al sentir que empieza a perder la juventud y la fuerza que le confieren su poder.
Sobre la Francia de desharrapados y vagabundos perdidos por las estaciones, sobre la homosexualidad, la paternidad, la soledad, las relaciones que pese a todo entablan los humanos, Robin Campillo lanza una mirada aguda. Lírica, Novelesca, en el sentido de stendhaliano de la palabra: una película que nos sirve de espejo y que apetece llevar consigo de paseo por el camino.
Crítica redactada por Pierro Murat para Télérama.
© Télérama
Última actualización : 26 enero 2015 à 05:05 CET
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