En esta colección de entrevistas titulada «Seguimos en contacto», cineastas, actrices y actores franceses, todos confinados estos días, han charlado con una serie de periodistas de cine extranjeros, para quienes el cine francés sigue siendo una mirada y una forma de expresión que abre horizontes.
En esta nueva entrega hecha a distancia, UniFrance ha puesto en contacto a la actriz Carole Bouquet con la periodista italiana Piera Detassis, que escribe para la revista Elle.
Piera Detassis: ¿Cómo está viviendo estos momentos de parón que nos imponen?
Carole Bouquet: Estoy enfadadísima. Las fronteras están cerradas, mi película Boutchou parada, el rodaje de mis dos series «En thérapie» y «Grand Hotel» interrumpidos… No sé si echarme a reír o a llorar. En el fondo, estoy enfadadísima.
Está enseñando su lado más oculto, un lado explosivo…
¿Y no tengo razón? Hemos descuidado y empobrecido la salud pública, la educación y, por supuesto, la cultura, ¡a la que siempre hemos considerado como algo inútil! Para estos sectores, nunca ha habido fondos, solo restricciones presupuestarias, «racionalizaciones». Con el paso del tiempo, he visto cómo desaparecían servicios enteros en los hospitales y cuando llamaba en busca de ayuda para mi asociación de lucha contra el maltrato infantil, no podían atenderme. Como resultado, ahora vamos a tener que buscar el doble o el triple de dinero para salvarlo todo. Cuando era niña, soy de 1957, había tuberculosis, que yo misma padecí: los enfermos se iban de cura, pero no encerraban en casa a todo un país. Eso es una barbaridad, y ¿por qué? Porque la salud pública no está preparada. ¿Lo estará? Ojalá. En 1969, fuimos capaces de enviar a hombres a la luna y en el 2020 no tenemos ni máscaras de papel, repito «de papel». He acabado haciéndolas yo misma en casa, con restos de tela. Estoy enfadada y al mismo tiempo, estoy triste por todas las personas mayores que están muriendo solas y por los jóvenes, sin perspectiva de trabajo. Hace cuarenta años, teníamos hospitales en los que se curaba a los enfermos, no se les dejaba en casa. El sida ha causado 50 millones de muertos, todavía no se ha encontrado ninguna vacuna; pues nadie ha tenido que quedarse en casa encerrado. Si tenemos que vivir así, esperando a que encontremos el tratamiento definitivo, prefiero que me expliquen claramente cómo se vive con este virus y dejar de sentirme prisionera. Me parece que ya hemos demostrado todos una gran paciencia y un enorme sentido de la responsabilidad.
¿Cómo será el cine de después?
Tendría que ser adivina para poder contestar a esta pregunta. En teoría, vuelvo a rodar en junio, pero ¿cómo? ¿Cómo podremos garantizar la protección de los equipos y a qué precio? Y nosotros, los actores, ¿cómo vamos a poder mantener las distancias durante los planos? Tendríamos que hacer solo películas de época, como las de Marie-Antoinette, ¡en las que los miriñaques medían un metro de diámetro! Enfín, no tengo ni idea. Igual que no sé cómo vamos a convencer a los alumnos para que mantengan la distancia en las escuelas. Está claro que tenemos que volver a trabajar, si no, la economía no lo va a soportar, pero creo que no estamos preparados. ¿Sabe qué es lo que me preocupa mucho? El nivel de violencia que se puede dar en familias que viven en pequeños espacios. Hasta yo misma, que soy una privilegiada, me estoy volviendo loca: esta soledad que nos imponen es cruel y peligrosa. El domingo pasado pude salir a la calle por primera vez y todo el mundo me hablaba de un melocotonero que ha florecido al final de la calle; me moría de ganas de verlo. Si esto no acaba rápido, tarde o temprano me van a encontrar hablando sola con un árbol; sin la contaminación, ¡los árboles están increíblemente frondosos!
¿Qué ha aprendido de todo esto?
Que la tierra está enfadada con nosotros, que está harta de que la tratemos mal, de nuestra falta de interés, de la contaminación. Los políticos se olvidarán de todo esto, pero nosotros, no. Y que muchas cosas tienen que cambiar, empezando por los hospitales.
Ha sido usted musa de Chanel y de Buñuel, ha trabajado también con los Vanzina, Dino Risi, Francesco Nuti, e incluso con Celentano en Bingo Bongo. ¿Cómo ocurrió todo aquello?
Por amor, solo por amor hacia Italia. Si me hubieran propuesto hacer estas películas en Francia, no creo que habría aceptado, no me habría atrevido, ya que mi imagen allí era distinta. Para mí, Italia ha supuesto la libertad, la diversión, si alguien me proponía trabajo, aceptaba sin dudar. Era una época en la que todavía se hacía cine de manera inconsciente y a lo grande. Francesco Nuti tenía que empezar a rodar Donne con le gonne, pero como hacía demasiado calor en Florencia, nos quedamos un mes entero sin hacer nada; estuve así, alojada lujosamente, con niños y criada. Más tarde, Nuti decidió ir a Cinecittà, pero los decorados no le gustaron, entonces decidió mandarlos traer al completo desde su casa. Fue una locura, ¡pero llevada con tanta ligereza! Me paseaba por los estudios y me cruzaba con Fellini, Comencini. Y si Bingo Bango no ha hecho historia, Celentano, sin embargo, es magnífico, me encanta, y mucho más en la vejez. ¿Qué más le puedo contar ? La vida era fácil, en Italia los sueldos eran menores que en otros países, pero nos recibían con los brazos abiertos. Me lo pasé en grande con esos locos, personalidades exuberantes con los que me encontraba muy a gusto. No soy tan seria y distante como parezco. Tengo la facilidad, incluso en los momentos difíciles, de disfrutar de la vida. Y mucho.
Pueden encontrar la entrevista completa en Elle Italie a partir del 7 de mayo.