Claude Lelouch ha venido a Yokohama presentar Los años más bellos de una vida durante el Festival, en la hermosísima sala del Minato Mirai Hall, tras 50 años de estrechas relaciones entre su cine y el público japonés, para quien sigue siendo una figura central del cine francés.
¿Cuáles son los lazos íntimos que le unen a Japón? ¿Recuerda la primera vez que vino a este país?
Sí, claro, fue a raíz del estreno de Un hombre y una mujer, y recuerdo que me sucedió algo curioso… Como suelo hacer todos los días, aquel día me levanté temprano para ir a correr por las calles de Tokio, eran las 8 de la mañana y de pronto vi en una calle una cola muy larga de gente que estaba esperando para hacer algo. Llevado por la curiosidad, fui a ver qué pasaba y descubrí que estaban esperando a que se abriera el cine para ir a ver, justamente, ¡Un hombre y una mujer! ¡No sabía que se podía ir al cine tan temprano! Ese es mi primer recuerdo de Tokio. Luego he vuelto 5 o 6 veces más, concretamente para presentar Treize jours en France, una película sobre los Juegos Olímpicos que tuvo mucho impacto en Japón, luego para presentar Los Unos y los otros, Hasards ou coïncidences y por último, vine con UniFrance para presentar Le Courage d'aimer hace unos doce años. Por otro lado, el compositor Pierre Barouh, a quien tenía gran cariño y a quien frecuenté muy a menudo, estuvo casado con una chica japonesa. Gracias a él, descubrí muchos aspectos de este país a través de las pequeñas películas que filmó. Así pues, siempre he guardado en mi vida cierta proximidad con la cultura japonesa. Mi relación con este país es muy amistosa, las composiciones de Francis Lai han marcado mucho a los japoneses. Entonces me gusta pensar que hemos dejado huella…
¿Un hombre y una mujer es la película por la que los cinéfilos en Japón le conocen mejor?
No es la única. Los Unos y los otros también ha influido mucho en la relación que mantengo con este país. Aquí la llamaron Bolero. Japón es un país que se interesa mucho en los asuntos relativos al corazón. Los japoneses son muy sentimentales y pienso que mi cine les resulta muy cercano. En el 2016, la Embajada quiso festejar los 50 años de Un hombre y una mujer, con una serie de celebraciones, pero, por desgracia, no pude asistir. Pero, sabe, me sitúo mucho más en el presente y en el futuro, que en el pasado, que dejo a mis hijos y nietos, quienes podrán un día divertirse con mis películas… Hoy en día, sigo estando muy activo en el proceso creativo, como es el caso de los talleres que organizo en Beaune (Francia), en los que facilito el encuentro entre profesionales y aficionados del cine, en un marco pedagógico y creativo. En estas circunstancias he realizado Los años más bellos de una vida y mi próxima película, La Vertu des impondérables. La mejor escuela del mundo es observar a un equipo de profesionales rodar una película.
Durante largos años, ha sido Jean-Paul De Vidas con Les Films 26 quien se ha ocupado de vender sus películas. Pero esto ha cambiado en la actualidad.
En efecto, he confiado a Metropolitan Filmexport, con quien he realizado mis tres últimas películas y quien ha comprendido bien mi manera de hacer cine, la responsabilidad de que mis películas viajen por todo el mundo. En estos momentos, estamos restaurando mis películas, algunas ya lo estaban, y ahora estamos completando el catálogo. Así pues, Metropolitan tendrá la tarea de distribuir mis películas en los próximos años, tanto en Francia como en el extranjero. Espero que, al brindar la oportunidad de volver a ver estas películas, el público se sentirá motivado para descubrir el cine de autor francés, también mis películas, claro, y también el cine de autor de otros directores, incluidos los directores extranjeros. No quiero creer que al público solo le interesen los superhéroes o los super malvados. Estos personajes no existen, como tales. En el cine de autor, los personajes suelen ser un poco malvados y pueden llegar a convertirse en héroes, o al contrario. Se puede ser o lo uno o lo otro. Este hombre y esta mujer que se vuelven a encontrar pasados 53 años, precisamente no son ni lo uno ni lo otro. Simplemente, buscan el amor y han comprendido que es lo único que da sentido a las contradicciones de la vida. Estar enamorado es ese momento en el que los focos nos brindan la ocasión de amar a otra persona más que a sí mismo. Es cuando aprendemos a ser generosos.