Si todavía tenéis dudas sobre la calidad de la programación de esta 7ª edición, os presentamos a continuación un florilegio de críticas publicadas en el periódico Le Monde sobre las películas de la selección de este año.
Margarita y Julien par Noémie Luciani
Partiendo de las relaciones incestuosas entre un hermano y una hermana, Valérie Donzelli crea una obra desconcertante, heteróclita y ardiente.
Esta película es más bien una multitud de películas agrupadas (…) en la que no vamos a tener dificultad para descubrir una serie de tesoros escondidos.
Se ha dicho, a modo de reproche, que la directora ha tratado el tema principal con poca fuerza, esquivándolo. En realidad, lo que ha hecho es tratarlo como una experiencia cinematográfica. ¿Cómo se cuenta el incesto, como si fuera una historia de amor como otra cualquiera? ¿Con humor? ¿Con un lirismo en primer grado? ¿Como una tragedia familiar? ¿Como una película de época? ¿Ambientada en la actualidad o en el pasado? Todo esto es lo que parece que se cuestiona la directora al paso de las escenas.
Impecable par Noémie Luciani
En esta película de suspense, situada en la provincia y dirigida por Sébastien Marnier, Marina Foïs interpreta a una mujer manipuladora. Sin llegar a ser la gran malvada, ni la buena de turno, ni un monstruo, sin desvelar su lado humano, la actriz fascina tanto como repele. Con este personaje Marina Foïs consigue una actuación rafinada, con una precisión quirúrgica y convierte a esta Constance en uno de los mejores papeles de su espléndida filmografía.
Sin Miedo par Noémie Luciani
La directora Danielle Arbid nos traslada a la vida estudiantil de Francia, en los años 1990.
El París vivido, conocido, soñado: Danielle Arbid no pretende darnos una clase de historia, sino un cuadro amoroso de Francia y de la capital. Un políptico que se va construyendo al mismo ritmo que los idilios de Lina, quien va a experimentar disintos puntos de vista de la ciudad: rica o arruinada, estudiante o profesional, comunista o monárquica, indolente o comprometida. Un día le van a reprochar a Lina todos esos cambios, según se le van abriendo o cerrando puertas. Pero Lina no es más curiosa que oportunista, ni más golosa que superficial. Tiene 18 años, una sonrisa preciosa y la vida por delante para juzgar o dejar que la juzguen.
Esta película, alegre como la protagonista, no impone estas preguntas, sino que las propone, igual que Lina se abre hacia los demás, siempre sonriente. Esta sonrisa no hace que la política sea mejor ni que la sociedad francesa sea menos contradictoria. Pero sí ayuda a vivir. Lo que nos queda por saber es si se puede aplicar al pasado, al pasado reciente, a la ficción o al presente.
El Perjuicio par Noémie Luciani
En lo que viene a ser su ópera prima, Antoine Cuypers ha filmado a Nathalie Baye y a Thomas Blanchard, como madre e hijo, en una relación inseparable.
Se trata de una película sobrecogedora, muy bien escrita, intensa desde el principio hasta el final. Es una película excepcional. Y lo es porque los dos protagonistas están maravillosamente bien dirigidos. Thomas Blanchard interpreta a un personaje único y desconcertante, sobre quien se mezclan sin cesar fuerza y flaqueza, y a quien se quiere proteger, sin conseguirlo mejor que aquéllos que se consideran cercanos a él. A Nathalie Baye casi no se le puede describir. Completamente creíble y perfectamente indescifrable. Tiene en su interior a Medea, un monstruo de quien no nos extrañaría que acabara desangrando a toda la familia a golpe de cuchillo, pero sin a penas levantar la voz, simplemente con la mirada.
(…) es la tragedia en la tragedia, la caída con exceso de peso. Y, sin embargo, tenemos la impresión todo el tiemo de que podría tratarse, de que se trata,del amor.
Los Demonios par Noémie Luciani
Philippe Lesage narra la angustia interior de Félix, un niño cuyo nombre ha sido mal elegido.
La despreocupación que tanto se ha alabado de la infancia (quizás porque algunos adultos se sienten nostálgicos), solo existe a ratos. La infancia es un asunto serio, un momento en el que la conciencia que se tiene de que se es pequeño, puede hacer del menor problema, una montaña de angustia que no te deja ver el sol.
En Félix se mezclan todos los miedos de manera desordenada: el miedo que da risa (coger el sida jugando a papá y mamá), el miedo que te aprieta la garganta (el violador asesino de niños que está al acecho). Parece que los adultos no se dan cuenta de nada, como si el hecho de haber dejado de ser niños les hubiera quitado toda sensibilidad. Philippe Lesage filma a estos adultos de manera escalofriante. Este efecto aumenta cuando los adultos aparecen en grupo, y dan más miedo que cuando el asesino aparece en segundo plano.
El Novato par Noémie Luciani
Con aires de crónica para adolescentes, la película de Rudi Rosenberg, que narra la llegada de un nuevo alumno al instituto, se abre camino entre la melancolía y el optimismo.
El Novato es una película agradable para la vista. Los tonos pastel, la luz tenue que parece acariciar las suaves mejillas de los jóvenes protagonistas, hacen que la historia transcurra en un ambiente dulce y suave, de cómoda apariencia. Pero esta dulzura es engañosa, pues en Le Nouveau, hay sobre todo mucha crueldad. Una crueldad a la que estamos tan acostumbrados, que casi hemos dejado de verla: la crueldad de los jóvenes en el instituto.
El Novato se parece a sus personajes; de ellos toma el humor, la fragilidad, la crueldad y la ridiculez. Y además, invita a la risa permanente, una risa sana, sin maldad, pues cuando uno aprende a reirse de si mismo, ya no teme que los demás se burlen de él.
Aunque esta epifanía programada no aporta nada nuevo, sin embargo, los caminos que abre con el humor, la dulzura, la amabilidad como rival de la maldad y la afirmación permanente del derecho a crecer sin renunciar a la infancia, vuelven a escribir con vivacidad y pertinencia esta lección, tan antigua como difícil de aprender, cuando se tienen doce años y el vértigo de toda una vida por delante.
Ogros par Noémie Luciani
La directora Léa Fehner describe con brío la vida de una troupe de teatro itinerante, con personajes tan locos como entrañables.
Aquí, el teatro itinerante se ha pensado como el arte de la exageración. Cuando están en el escenario, hay demasiado maquillaje, demasiados gritos, demasiada luz y demasiada música, demasiada energía que te hace sentirte vacío cuando acaba la función. Cuando están entre bambalinas, hay demasiado egocentrismo, demasiados dramas, demasiada cercanía entre los cuerpos y los corazones: están todos unos contra otros, con los demás y contra los demás, todo al mismo tiempo.
En Ogros, la cámara se deja llevar casi todo el tiempo por la corriente, como si hubiera sido abandonada en un remolino de energías desenfrenadas: la historia no se puede seguir como un simple espectador, sino como una hoja muerta atrapada en la hélice de un barco que navega a toda velocidad.
Este movimiento perpetuo y sostenido que atrapa a la película con fuerza, es vibrante, bello y hermoso, tanto en la desmesura, como trágico en el vértigo de la tristeza. Con o sin Chejov, no se puede escapar a esta vida.
Un hombre decente par Jacques Mandelbaum
El director Emmanuel Finkiel entrega una crónica escalofriante del malestar nacional, interpretada por Nicolas Duvauchelle.
Esta película es un éxito que da escalofríos, una crónica del malestar francés como pocas veces el cine en este país ha sabido dar, tales son la aproximación clínica y el malestar, a pesar de la dimensión novelesca.
Ambientada en tierra de nadie, con tonos en azul oscuro y gris, filmada en los reflejos infinitos de los cristales y espejos que nos recuerdan al cine de un Darezhan Omirbaev narrando la glaciación social y humana del post-sovietismo en Kazakstán, Un hombre decente es una película que pone el dedo en la amarga realidad que golpea a la sociedad francesa actual. La solidaridad social está desapareciendo, se sobrevaloran el individualismo y el éxito económico, los marginados son humillados y relegados, aumenta el comunitarismo, y un sector degradado del francés «puro» se encierra sobre si mismo con tentativas racistas.
Bang Gang par Jacques Mandelbaum
Eva Husson ha filmado a un grupo de jóvenes que explora los límites sexuales, en la época digital.
La película atrapa al espectador como en una inmersión: baile de cuerpos y desnudez, omnipresencia de pantallas, baño de música electrónica, gesto carnal puro. Utopía y degradación. Belleza y fealdad. Exaltación del deseo, alineación de la pornografía. Pocas explicaciones son dadas, poca profundidad, contexto breve, intriga casi ninguna. Sobre todo, muchas ganas de enseñar la opacidad adolescente a la luz del cine, hacer brillar la superficie de las cosas.
El rigor empecinado del estilo elegido es lo que realza la película. No haberse salido de la trama del suceso. No haber cambiado el tema con llenos noveleros. Enseñar la trivialidad de pasar al acto, la pulsión imperiosa, la necesidad de la transgresión, la ciega sumisión a las apariencias. Pero también enseñar la conclusión, a la vez mediocre y fructífera, vergonzosa y radiante. Ya que Eva Husson no sobreactúa, como lo hace Larry Clark, el adolescente rebelde, ni tampoco edulcora su película a semejanza de una película para adolescentes de Hollywood. Eva Husson realiza su trabajo lo más cerca posible de su esencia: una prueba iniciática en la que cohabitan lo mejor y lo peor, y de la que se puede esperar salir con una inteligencia más abierta hacia los demás.
Ese sentimiento del verano par Noémie Luciani
¿Cómo se puede seguir avanzando en la vida, cuando Sasha ha muerto y que nada de lo que le unía a ella, los amigos, los lazos de sangre, el amor que le unía a Lawrence, nada de eso ha muerto con ella?
Este segundo largometraje del francés Mikhaël Hers, Ese sentimiento del verano, pinta, más que narra, las particulares secuelas que deja esta muerte en plena juventud y en pleno verano. De año en año, de Berlín a París, de París a Nueva York, cada verano que empieza trae a Lawrence (Anders Danielsen Lie) y a Zoé, la hermana de Sasha (Judith Chemla), una melancolía particular unida a este sentimiento de continuidad persistente, incluso si el tiempo que pasa apacigua el dolor.
Moka par Noémie Luciani
Interpretada con tanta precisión como fantasía por Emmanuelle Devos, que ya había trabajado con Frédéric Mermoud en Complices, esta magnífica actriz no es lo único bueno de esta película. Película, de hecho, dirigida con una rigurosa puesta en escena, y al mismo tiempo con una gran moderación, con un lirismo quedo y un generoso relieve humano, accidentado y cambiante. Emmanuelle Devos es el alma de la película. Al principio aparece sola, pero después surge como el eco, a la vez desconcertante y cariñoso, del corazón de la víctima, tan finamente interpretado por Nathalie Baye. Se agradece la sabia decisión del director de no haber querido alzar la voz por encima de este ritmo semi-regular, y de haber preferido captarlo muy de cerca, sin artificios ni artilugios, simplemente con la mano.