En una gloriosa noche en la que a Françoise le han dado un premio, la actriz se siente honorada, rodeada de gente, aclamada y se pasea radiante bajo una luz de admiración de las miradas ajenas.
Françoise lleva un vestido a medida que le queda perfecto. De vuelta a casa, en la intimidad de su piso, sola, la cremallera del vestido se le resiste. No quiere ceder. Ante la ausencia de cualquier ayuda, de cualquier socorro, de alguna presencia, Françoise cae de repente en la enormitud de su soledad.