Seguir el ejemplo del personaje encarnado por Mia Farrow en la Rosa Púrpura del Cairo de Woody Allen, traspasar como ella la pantalla para penetrar con cuerpo y alma en el universo de la película donde antes sólo su espíritu se proyectaba, salvar la frontera de la razón y pasar del lado de la magia y la poesía, del lado del cine.
Así es como, de una manera igual de radical e irracional, quise entrar en una de las películas del cineasta sueco Igman Berman. En cualquiera de ellas, me gustaban todas. Por fin me decidí por un documental, por ser un género ambiguo y muy tendente a caer en la ficción.
Salí pues en busca de los personajes y paisajes de las películas de Bergman, y me adentré en lo más hondo de la vida de los suecos: busqué a Fanny y Alexander Ekdahl en el anuario de Upsala, el barco de Mónica en el puerto de Estocolmo, la casa de « Una Pasión », la playa de « Persona » en cada rincón de la isla de Farö…..con el deseo constante de cruzar esa frontera tan poco definida entre el mundo imaginario de Bergman y la realidad.
Las gentes que cruzaba en mi camino, tanto los simples ciudadanos como las figuras emblemáticas de Bergman, se unieron a la búsqueda con tantísima naturalidad que, trascendiendo el aspecto lúdico, dieron vida a esta « Tierra Mágica » mas allá de lo esperado.