¿Qué efecto le hace a un padre el que su hija “queridísima” le dice que se piensa casar pase lo que pase? Nadie puede negar, aunque se le quiera quitar yerro al asunto, que es el golpe más bajo y el disgusto mayor que se le puede dar a un padre…
Pero en este “Matrimonio mixto” hay un pequeño ingrediente más que no deja de tener su importancia: Max Zagury. ¿No les suena? ¿No conocen la cadena de casinos Zagury? Una de las más conocidas de Francia, Europa y de cualquier continente de aquí a poco tiempo, Dios mediante….
De ello se colige que Max es alguien muy rico y que pertenece a un “gremio” que no se anda con chiquitas, por mucho que procure ocultarlo…
Max es demasiado joven para haber nacido aún “allá” pero goza de todas las cualidades y defectos del perfecto mediterráneo: saber siempre todo mejor que nadie y querer siempre organizar la vida de los demás y de su hija Lisa en particular. Le tiene todo preparado, incluído un marido en la persona de Sydney Azérad, un joven cirujano estético con gran provenir al que ha formado a su imagen y semejanza y al que domina.
Enfin, que todo estaba “atado y bien atado” pero sin contar con el “maldito factor humano”: Lisa, joven arqueóloga, durante una campaña de excavación en un lugar perdido del desierto marroquí, se enamora perdidamente. El afortunado se llama Jean-Chistophe Dupreux y - ¡para qué andarse con rodeos! - a Max no le gusta para nada la cosa.
¡Uno no puede enlazar con los Dupreux, punto! Los matrimonios mixtos, ¡que los hagan otros! Pero Lisa no opina igual y está dispuesta, en aras de su amor, a ir hasta el final, incluso a enfrentarse con su padre, con tal de que acabe aceptando a J.C.
Después de innumerables peripecias, broncas y disgustos Max acaba cediendo. Se aviene a aceptar la unión, desoyendo todos sus principios y prejuicios. Tendrá también que aceptar a la familia política cuyo linaje remonta hasta el tiempo de las Cruzadas y a una madre de una intolerancia desmedida para con todo el que no pertenece a la familia.
Por fin, la boda se celebra en el palacio de la familia política en el sur de Francia. Un festejo fastuoso, desmesurado. Durante le banquete Max estuvo a punto de que le llevaran detenido por el “presunto asesinato” de su mejor amigo del que resultaba ser el perfecto culpable sin tener arte ni parte.
La historia acaba con un embrollo policial perfectamente descabellado con tintes “gay” y danzas orientales, a modo de “salida del armario”.
Es la historia de una hija casadera pero no de una hija como las demás, sino de la hija de Max Zaguy.