A lo largo del río Inguri, frontera natural entre Georgia y Abjasia, surgen unas bandas de tierra fértil, que desaparecen según las estaciones.
Un anciano abjasio y su nieta cultivan maíz en una de estas islas efémeras.
Los vínculos profundos que les une a la naturaleza se ven perturbados por las rondas que efectúan los guardas fronterizos.