Encerrado en el navío del que no se escapa jamás, el loco se libra al río de los mil brazos, al mar de los mil caminos, a esta gran incertidumbre hacia todo lo del exterior. El loco está prisionero en medio del camino más libre y más abierto de los caminos. Es el pasajero por excelencia, o sea, el prisionero del pasaje. No conoceremos la tierra sobre la que va a abordar, así como tampoco conoceremos, una vez que haya acostado en alguna parte, de qué tierra viene.