Un viaje nocturno, múltiples encuentros a través de los bares de Tel-Aviv y las callejuelas de Jerusalén, montados en alfombra volante. En las discotecas, la gente baila, ríe, se divierte. Amanece al son de la música tecno de una rave party al aire libre. Y, como colofón, un insólito beso en una playa.
Judíos, Árabes, ciudadanos todos de un mismo país, Israel. No hay muro de separación. Uno de cada cinco israelíes es árabe. Y sin embargo… basta una mera preguntita para sorprender a más de uno.
Pregunta a los unos: "Se acostaría con un árabe?"
Pregunta a los otros: "Se acostaría con un judío israelí?”.
Nadie se lo esperaba. Incómodos, se ríen, dudan, improvisan, se extrañan de sus propias reacciones. Hay quien ni siquiera se lo había planteado lo de estar juntos. Surge una barrera invisible. También una atracción, quizás…