Partiendo de la evocación del tiroteo de Cluses (1904) en que los patronos dispararon contra los obreros huelguistas hasta el testimonio de hoy de un obrero de la fábrica de La Bâthie, la obra de Gilles Perret, echando mano de las imágenes de archivo de la Cinemateca de Saboya y del Ain, hila la memoria de los obreros de las montañas de Saboya. Gracias al sabor local, emoción y naturalidad de expresión que tan bien refleja, gracias al ambiente y estilo de vida que tan bien recoge, sus interlocutores actuales (obreros de la metalurgia, jubilados industriales y agrícolas, cura-obrero, operarios de la construcción, sindicalistas, ejecutivos, historiadores) cobran vida estableciendo un amable paralelo entre sus recuerdos y las imágenes de la vida de obreros y campesinos, de esa vida que no se cuenta con palabras y que se plasma en las imágenes de archivo.
El recorrido que efectuamos: industrialización y grandes obras alpinas, primero, construcción de las estaciones de esquí, más tarde, con el paso de una economía de producción a una economía de servicios, resume a la vez la historia económica del siglo pasado. Aun cuando se lamenten cada tanto de las difíciles relaciones sociales que vivió la clase obrera, escuchamos ante todo a unos hombres que con rectitud y lucidez nos hablan de sus recuerdos. Más allá del territorio de Saboya, la película observa sin nostalgia la mutación del mundo obrero cada vez más invisible y con riesgo de extinguirse bajo el yugo de la lógica económica de la mundialización. Dialoga con esa historia en devenir, la de los olvidados, devolviendo la dignidad a esos rostros anónimos, esos gestos caducos, esos principios encarnados. Todo es tan verdad, la capacidad de representación del cine es tan fuerte que a lo largo de toda la película se vive una gran emoción.