Marthe tiene por costumbre sentarse en un banco a tejer, mientras mira atenta las distintas especies de pájaros que, para su gran alegría, vienen juntos al lago. Nada escapa a su mirada. Entonces, cuando llega Aude, una mujer frágil, que se planta frente a Marthe para charlar por teléfono, Marthe se convierte a su vez en espectadora y luego en actora. Empieza en ese momento una conversación a dos voces, lejana y cercana al mismo tiempo.