Charles y Édouard viven juntos desde siempre, en un pequeño pueblo situado entre las regiones de Matheysine y de Oisans, en los Alpes franceses. Estos dos hermanos, campesinos de la montaña y solteros, pasan los días solos, con un ritmo fuera del tiempo, en contacto y de acuerdo con el ritmo de la naturaleza y de los animales. La complicidad entre ambos es tan fuerte que se plantean qué pasará cuando uno de ellos desaparezca. Y lo mismo sobre la granja.
Los dos hermanos nos ofrecen momentos de humanidad y de vida. Igual que con los otros retratos, el director se las arregla para hacer desaparecer la cámara. Ello nos acerca aún más a sus personajes. La emoción permanece intacta y el espectador se emociona con la comedia o la tragedia que forman la vida.