En el año 1860, un explorador francés de 35 años de edad, se interna en la Araucania, una región independiente del sur de Chile. Este explorador viaja con un guía local y lleva consigo una bandera hecha a mano. El explorador espera poder encontrarse con el Jefe Mañil, pero el francés llega demasiado tarde, pues Mañil acaba de morir. El francés continúa el viaje hasta conocer a su temible hijo, Quilapan, conocido por el odio que profesa a los europeos. Pero el francés se gana su amistad, así como la de otros jefes Mapuches. Por ello, lo eligen jefe de la Araucania y de la Patagonia, consiguiendo la unión de ambas tribus por primera vez en la historia.
Más tarde, el Tribunal de Justicia de Chile condena al Rey, después de que el guía le denunciara, y el Rey tiene que defenderse por si mismo. Sus argumentos y defensas son impecables: si la Araucania está fuera de Chile, ¿cómo puede un tribunal chileno juzgarle? Pero durante el juicio los hechos se presentan de otra manera y las principales pruebas no valen...
El Rey es hecho prisionero en una horrible celda donde es mal alimentado, cae enfermo y es ridiculizado continuamente. El Rey se refugia en un sueño permanente. En pleno delirio, el Rey viaja en sus sueños por el sur de su reino de Patagonia, donde habitan ahora criaturas míticas. Tras luchar con todas sus fuerzas por esta visión, el Rey deja finalmente escapar su último suspiro, cuando por fin alcanza el fin del mundo.