A mediados del siglo XVIII, el jesuita Jean-Denis Attiret es uno de los pintores oficiales de la Corte Imperial de China y recibe el encargo honorífico de retratar a la emperatriz Ulanara. Esta concubina, convertida en emperatriz tras la muerte de la primera mujer del emperador Qing Long, tendrá una vida muy particular, algo así como un personaje romántico antes de tiempo.
Todo lo que queda de ella es este retrato sensual y enigmático, como una Joconda asiática. La película relata el momento febril en el que la emperadora china conoce al pintor jesuita. Un período en el que la relación intensa entre un pintor y su modelo se ve cercada por las limitaciones de la corte (y la rigidez de la etiqueta) y por las diferencias culturales extremas.