Sandra tiene veinticinco años, un rostro travieso y unos andares de oso, un abuelo que trabaja bajo las órdenes de Tito, un permiso de residencia y un anillo de casada. Sandra no es de aquí. Viene del Este. Él tiene cuatro años, ella quiso quedarse en Francia. Desde entonces, Croacia supone las vacaciones, la familia y los recuerdos. Sandra creía que vivir en otra parte sería mejor. Que iba a poder hacer su vida en París.