Antoine es joven, discreto, está arruinado, pero es optimista, y, según las malas lenguas, un pelín inocente. Sensible, y con indudables cualidades humanas, siente un gran malestar: se siente perturbado por la facilidad con que percibe las cosas y lo que ocurre a su alrededor. No quiere hablar de ello con nadie, hasta el día en que decide consultar a una vidente: Françoise de Mirepoix. Ésta le anuncia que tiene un don para ver las cosas, que tiene que aprender a controlar. La noticia le confirma sus sentimientos, pero no por ello se queda más tranquilo. Su encuentro con Josépha, una joven criatura con aires de madona, hábil e inteligente, va a cambiar su vida. Se van a querer y Antoine solo la verá a ella.