En una "road-movie" hecha para el gozo de los sentidos, saliendo de Ulaan Bator, la capital de Mongolia, hasta el desierto del Gobi, la cámara se convierte en el ojo del espectador y se mete en la vida cotidiana, rústica y dura, del pueblo nómada, como un observador de las costumbres y tradiciones mongoles, sin intervención ni interacción de ningún tipo. La manera en que se ha rodado este documental ha permitido la autenticidad de los personajes, quienes, conscientes de esta presencia, la aceptan en su mundo. De las llanuras verdes a los desiertos arenosos, a lo largo del viaje se suceden una serie de encuentros inesperados que llenan el cuaderno de ruta con una narración intuitiva, que deja que los sentidos disfruten de la pureza de los grandes espacios, de la espontaneidad de los mongoles y de los animales que viven con ellos, pudiendo así observar amablemente un modo de vida simple y natural. Sin embargo, el desarrollo tecnológico ocupa terreno poco a poco y el espíritu de conquista del Este amenaza este gran y antiguo imperio de guerreros, a sus riquezas naturales y la enorme superficie atrae la codicia.