Todo empieza en el Norte.
Ali se encuentra con Sam, de 5 años, plantificado. Es su hijo pero apenas lo conoce. Como no tiene ni casa ni dinero ni amigos, se refugia en casa de su hermana que vive en Antibes. Allí todo empieza a mejorar: la hermana les aloja en el garaje del chalé, se ocupa del niño y además hace buen tiempo.
Tras una pelea en una discoteca, su destino se cruza con el de Stéphanie. Le acompaña a casa y le da su número de teléfono. El es pobre; ella, guapa y segura de sí misma. Es como una princesa. En nada se parecen.
Stéphanie es domadora de orcas en Marineland.Sólo ese telefonazo tras el trágico accidente durante su espectáculo podía reunirlos de nuevo.
Cuando Ali la vuelve a ver, la princesa se encuentra hundida en una silla de ruedas: ha perdido el uso de las piernas y más de un sueño.
Él le ayuda sin más, sin piedad ni compasión. Ella revive.