Marruecos, 2004. Durante ese verano, Adil, de once años, se pasa los días jugando con sus amigos, a la espera de que empiecen las Olimpiadas, para ver a su ídolo, el atleta Hicham El Guerrouj. La llegada de su padre y de su abuelo, llegados de Francia para pasar algunos días, le marcará para siempre.