El año 2000 pone en escena una colección de estereotipos de la mundialización: el consumidor despreocupado, la arribista social china, el destructor de la Amazonia, el americano lleno de deudas, el jugador de bolsa inconsecuente, etc. Todos estos personajes, a la vez irrisorios y emblemáticos, van a interpelarse, echarse la culpa de sus problemas y excusarse por los daños causados. Desde las oficinas de la City hasta las fábricas de Guangdong, desde los mercados de Lagos a las mansiones de Beverly Hills, este cruce picaresco va a dibujar poco a poco la escalada de la economía mundializada.