Unas mesas, unas sillas. El lugar, como una cueva, tiene poca luz y está lleno de humo. Hay unos hombres. Son quince, hacen ruido, beben, comen, se pelean entre ellos. El cuarto parece ser un refugio de locos, de vagabundos, de alcohólicos violentos y de mafiosos.
Están sucios, tienen los rasgos marcados y la cara estropeada, las uñas negras, los cabellos grasientos, la barba dejada, los dientes rotos, las ropas rasgadas. Cuando, de pronto, "Ecce Mulier".