"La muerte es la felicidad perfecta", se regocija mi abuela al celebrar sus ochenta años durante una farsa macabra cuyo secreto conserva la familia. La felicidad parece perfecta igualmente en estas imágenes de 1943, rodadas por ella y por la gente que le rodea, todos refugiados en Chambon-sur-Lignon. Como si actuar y reirse de la muerte fuera la única manera de conjurar la obsesión. "Esta obsesión muda, la llevo conmigo hasta Benarés, en India, donde vivos y muertos comparten el mismo territorio".